Compartiendo a Jesucristo: No tendrán otra señal que la de Jonás
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«Señor Jesús, ayúdanos a ser mejores. Transfórmanos».
«Señor Jesús, ayúdanos a ser mejores. Transfórmanos».
Esta conmemoración fue introducida por el Papa Pío VII en 1815, en acción de gracias por su retorno a Roma después del largo y doloroso cautiverio en Savona y en Francia al que le llevó Napoleón. La invocación “Auxilio de los Cristianos” es antiquísima y fue incluida en las Letanías Lauretanas por San Pío V en 1571, como homenaje a la Santísima Virgen, por la victoria de los cristianos en la batalla de Lepanto.
«Ahí tienes a tu Madre». Abelardo de Armas destaca en esta meditación, que el darnos Jesús a María por Madre es el remate final del amor de Dios por ti y por mí. Pero no se trata solo de saber que la Virgen es Madre nuestra, sino de recibirla como tal, entregarse confiadamente a su acción maternal en nosotros.
En esta meditación, Abelardo de Armas reflexiona sobre la primera comunidad cristiana, y la necesidad que tenemos los cristianos actuales de vivir como ellos. Habla también, de la necesidad de un nuevo Pentecostés, que se dará si estamos dispuestos a orar constantemente y unidos al Corazón de la Virgen, dejando atrás mediocridades.
La maternidad es un don, no un rol, pues pierde su sentido si se desvincula de la entrega y se pierde de vista el proyecto original de Dios para la mujer, que es encontrar su plenitud en la comunión del amor. El psiquiatra Stephan B. Poulter habla de cuatro estilos de crianza materno, íntimamente relacionados con las heridas que hayan dañado el corazón de la mujer: la madre perfeccionista, la imprevisible, la narcisista y la mejor amiga. A este esquema, Beatriz Fra Amores ―enfermera y máster en Bioética por la Universidad Católica de Ávila― añade un quinto estilo, que es real y esperanzador. Es «la madre perfecta», o mejor dicho «la madre completa», que tiene control y autodominio sobre sí misma, sobre sus emociones y su feminidad; que sabe ser empática, sabe cubrir sus necesidades y su afectividad, pero sin descuidar la atención a los demás, el afecto a los otros.
Nació en 1698, en un pueblecito cerca de Génova (Italia). Estudió en el Colegio Romano y fue ordenado sacerdote a los 23 años. Se impuso austeras penitencias llevado del deseo de mortificación, y al enfermar, entendió que lo que Dios le pedía era aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día con paciencia. Sus amigos fueron los pobres, desamparados, enfermos y los pecadores que deseaban convertirse. Para ellos vivió y por ellos se desgastó totalmente. El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió.
En esta meditación, Abelardo subraya cómo Jesús nos dejó a su Madre por Madre nuestra, y Ella se ha quedado morando dentro de nosotros. Esto, a la vez que un regalo, es una gran responsabilidad, ya que igual que vive en nosotros, mora en nuestro prójimo.
En esta meditación Abelardo de Armas pide al Señor que «envíe su Espíritu Santo y se renueve la faz de la tierra». Nos exhorta también a permanecer unidos a la Virgen en esta espera de Pentecostés.
En este programa de «Entre Profesionales», el Dr. José Carlos Abellán Salort –profesor de Bioética y Derecho en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid)– nos explica la influencia de la bioética en el bioderecho. Comenta algunos documentos del Consejo de Europa y de la Unesco que han influido sobre la legislación de los países en relación con la vida humana y su protección. Las leyes deben respetar la dignidad humana garantizando principios como la autonomía de las personas. Y deben buscar su bien.
Nació en 1381 junto a Casia, (Italia). Desde niña tuvo una fuerte inclinación a la vida religiosa, pero la Providencia dispuso que pasara por todos los estados. Se casó con Pablo Fernando, con el que tuvo un mar de sufrimientos, consolándose en la oración. Su esposo fue asesinado y, ante la sed de venganza por parte de sus hijos, al Señor que se los llevase. Después de la muerte de sus hijos, entró en el convento de las Agustinas, donde vivió pobre, casta y obediente. Murió el 22 de mayo de 1457.
En esta meditación, Abelardo nos coloca a los pies de la cruz, junto a la Virgen. Nos habla de la tranquilidad que tuvo que experimentar la Dolorosa cuando José de Arimatea le ofreció ese sepulcro nuevo. De esto, concluye que así también nosotros tenemos que ofrecernos totalmente a la Virgen, pues aunque solo seamos miseria, Ella nos transforma.
Abelardo de Armas, explica que a los primeros apóstoles les segregó el Señor, los purificó mediante el Espíritu Santo que les fue dado; se transformaron sus corazones; cambió sus corazones endurecidos y cobardes en valientes y decididos. Esto lo hace el Señor también con la Iglesia hoy, y en la vida de todos los santos.
«Busquemos en todo momento hacer el bien.»
Nació en Francia en 1782. La familia, debido a la Revolución Francesa tuvo que huir a Italia. En Turín, recibió una educación fundamental que le acompañó siempre. Se hizo sacerdote y fundó los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, para evangelizar a los pobres, y durante cerca de veinticinco años ilustró infatigablemente a la Iglesia con sus virtudes, su labor, sus sermones y sus escritos. Murió el 21 de mayo de 1861.
Editorial
Este mes de mayo se cumplen 290 años de la «Gran Promesa» en la que el Sagrado Corazón anticipó al beato Bernardo de Hoyos que reinará en España «y con más veneración que en otras partes». Por este motivo ha sido concedido un año jubilar que comenzará el próximo 16 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, como antesala a los 300 años de esta aparición que se cumplirán en 2033.
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En esta meditación, Abelardo de Armas nos habla de la gran suerte que tenemos porque Jesús nos ha dado por madre a su Madre. Tenemos una intercesora poderosísima. Una Madre que junto a las llagas gloriosas de su Jesús, presenta al Padre su inmolación más plena. María nos ha acogido con todas nuestras miserias y pecados.
«Jesús, te amo».
Abelardo de Armas, en esta meditación, recuerda que estamos acercándonos a Pentecostés. Lo que celebramos, es que Dios se arrancó su corazón y nos lo dio en propiedad. Allí donde un cristiano se abre plenamente al Espíritu Santo, la fuerza de Dios sorprende a los que le observan. Es una fortaleza heroica y martirial que lleva a osadías y confianzas sin límite.
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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